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El papel que juega la mente en las enfermedades

Cómo nuestra mentalidad y nuestra estructura de carácter puede enfermarnos, pero también sanarnos.

“La mayoría de nosotros estamos obligados a vivir una vida de constante duplicidad. Tu salud se verá afectada si, día a día, dices lo contrario a lo que sientes. El sistema nervioso no es ficción, es parte del cuerpo físico... No puede ser violado para siempre.”

Boris Pasternak, Doctor Zhivago

Los problemas de salud nos roban la alegría de la vida. Desde una enfermedad grave como el cáncer y las enfermedades cardíacas, hasta los dolores crónicos de un cuerpo sometido a décadas de estrés.

  • Vamos a explorar cómo nuestra mentalidad y nuestra estructura de carácter pueden enfermarnos, pero también sanarnos.

  • Vamos a explorar cómo los patrones de pensamiento negativos, las emociones sin resolver, el estrés y el trauma pueden llevar a enfermedades, dolores crónicos o hasta una muerte prematura.

“He llegado a creer que prácticamente todas las enfermedades, si no tienen una base psicosomática, tienen un componente psicosomático definitivo.”

Candace Pert, Molecules of emotion, why you feel the way you feel

Naturalmente, sentimos la conexión entre mente y cuerpo, tan íntima relación que tendría sentido ver la mente y el cuerpo como dos caras de la misma moneda, como una unidad.

“La distinción entre mente y cuerpo es una dicotomía artificial... De hecho, tan íntima es la mezcla de rasgos corporales y psíquicos que no solo podemos hacer inferencias de gran alcance sobre la constitución de la psique a partir de la constitución del cuerpo, sino que también podemos inferir, a partir de peculiaridades psíquicas, las correspondientes características fisicas.”

Carl Jung, Tipos psicológicos

Nuestro estado mental influye en la salud. Por ejemplo, se sabe que los altos niveles de estrés, inhiben el sistema inmunitario y aumentan la probabilidad de enfermarse, y que la ansiedad excesiva distorsiona la función del intestino.

Aunque la conexión mente-cuerpo es tan obvia, el sector médico convencional tiende a ignorar este punto de vista.

“No hay nada novedoso en la noción de que la mente y el cuerpo están intrínsecamente conectados,” escribió el médico y autor Gabor Maté, “si acaso, lo nuevo es la creencia practicada por doctores con buenas intenciones, de que son cosas separadas.”

Gabor Maté, El mito de lo normal

Afortunadamente, ya existen investigaciones que comprueban el papel que juega la mente en las enfermedades. Por ejemplo, las investigaciones sobre el efecto nocebo, lo opuesto al placebo.

  • El efecto placebo sucede cuando la salud de una persona mejora después de participar en algún tipo de ritual o tomarse una píldora de azúcar y mejora su salud a causa de una creencia irracional de que lo que están tomando tiene propiedades curativas

  • El efecto nocebo ocurre cuando las expectativas o creencias negativas invocan un resultado negativo en la salud.

“Entre más te concentras en las infinitas maneras en que el cuerpo puede fallar, más probabilidades tienes de experimentar síntomas físicos. Los científicos le llaman a este fenómeno el efecto nocebo.”

Lissa Rankin, *Mind Over Medicine*

En las culturas que creen en el poder de las brujerías y los hechizos, se utilizan muñecos vudús para provocar enfermedades en otras personas. Cuando un chamán respetado, maldice a alguien, el miedo y la angustia que esto provoca puede llevar a un individuo a la muerte.

Herbert Basedow describe un caso de muerte por vudú entre los pueblos aborígenes de Australia:

“Un hombre que se da cuenta que lo están señalando con un hueso mágico se ve patético. Sus ojos fijos en el hueso, sus manos extendidas como tratando de detener una fuerza mortal que busca penetrarlo. Su rostro pálido y sus ojos llorosos, su cara se ve horriblemente distorsionada, paralizada... Después de un rato, se recupera un poco y se arrastra a su choza. De ahi en adelante, se enferma cada vez más, se niega a comer y deja de participar en las actividades diarias de la tribu. A menos que haya otro chamán para deshacer la maldición, morirá en un corto período de tiempo.”

Las muertes por maldición vudú ya no existen, pero sí existe un fenómeno en la medicina llamado “la maldición médica” y sucede cuando el doctor le dice que le quedan algunas semanas o meses de vida a una persona diagnosticada con una enfermedad terminal.

Después de digerir esta información, varias personas se mueren “justo a tiempo”. Existen casos de personas que fueron diagnosticadas erróneamente con una enfermedad terminal y como quiera se mueren en la fecha pronosticada, o como escribe Lissa Rankin:

“La literatura muestra que los pacientes que se creía que estaban en estado terminal y que fueron erróneamente informados de que solo tenían unos pocos meses de vida, han muerto en el plazo indicado, incluso cuando los hallazgos de la autopsia no revelan una explicación fisiológica para la muerte prematura.”

Nuestra mentalidad y estructura de carácter también provocan la aparición y progresión de enfermedades crónicas. En el libro “The myth of normal”, Gabor Maté escribe sobre cómo el estrés crónico y el trauma aumentan el riesgo de cáncer, enfermedades cardíacas, enfermedades autoinmunes y otras enfermedades crónicas.

“El estrés puede manifestarse de dos formas,” escribe Maté, “como una reacción inmediata a una amenaza o como un estado prolongado inducido por las presiones externas o factores emocionales internos.”

Todos experimentamos las dificultades, adversidades y problemas que provocan estrés momentáneo, pero el estrés crónico suele ser producto de nuestra manera de ver el mundo y la idea que tenemos sobre nosotros mismos.

La búsqueda de sabiduría, el autoconocimiento, y cualquier hábito que promueva la respuesta de relajación, reducen el tiempo en que el cuerpo pasa acelerado en estrés crónico como un carro revolucionado.

“Con el tiempo, este exceso de hormonas [causado por el estrés crónico]... puede provocar ansiedad y depresión; suprimir la inmunidad; promover la inflamación; promoviendo enfermedades vasculares en todo el cuerpo; fomentar el crecimiento de cáncer; debilitar los huesos; volvernos resistentes a nuestra propia insulina, induciendo diabetes; contribuir a la obesidad abdominal, elevando el riesgo de problemas cardiovasculares y metabólicos; deteriorar circuitos cognitivos y emocionales esenciales en el cerebro; y elevar la presión arterial e incrementar la coagulación sanguínea, aumentando el riesgo de ataques cardíacos o derrames cerebrales.” - Gabor Mate

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